
1/12
El culto del veganismo no se presenta como un culto.
Se disfraza.
Se disfraza de muchas cosas. Y lo hace bien.
2/12
Se disfraza de ética.
Pero sólo acepta una ética: la suya.
Si no la compartes, eres “violento”, “opresor” o “especista”.
3/12
Se disfraza de filosofía.
Pero no razona: sentencia.
Quien disiente, es ignorante o inmoral. No hay debate.
4/12
Se disfraza de bondad.
Pero divide el mundo en buenos (veganos) y malos (todos los demás).
Esa no es bondad. Es sectarismo.
5/12
Se disfraza de salud.
Pero promueve dietas carentes que han arrastrado a niños, embarazadas y
jóvenes a la enfermedad.
6/12
Se disfraza de ecología.
Pero mientras tanto, promueve alimentos ultraprocesados, monocultivos y
productos industriales.
7/12
Se disfraza de moral.
Pero impone su visión única con agresividad y desprecio por la libertad
individual.
8/12
Se disfraza incluso de religión.
Con dogmas, mártires animales, pecados carnívoros y redención vegana.
9/12
Se disfraza de activismo.
Pero no busca justicia, busca poder. Poder sobre tus hábitos, tus
elecciones, tu conciencia.
10/12
Se disfraza de todo lo que haga falta.
De lo que tú valores: salud, empatía, justicia, inteligencia, libertad.
El objetivo es que te unas al culto.
11/12
El veganismo organizado no es una opción personal.
Es un culto moderno con mil máscaras.
Y muchas universidades, gobiernos y medios se lo están comprando.
12/12
¿Lo más peligroso?
Que muchos no se dan cuenta hasta que ya están dentro.
Y salir no es tan fácil como entrar.