
En los últimos años, el veganismo se ha presentado como una elección ética
y saludable. Sin embargo, detrás de esta fachada existe una realidad
biológica incómoda: los veganos estrictos acaban utilizando las reservas
internas de vitaminas y nutrientes esenciales de su propio cuerpo, en un
proceso que puede definirse como canibalización nutricional interna. Esta
degradación es lenta, silenciosa y muchas veces ignorada, incluso por
quienes la padecen.
La peligrosa autodestrucción interna
Cuando una persona deja de consumir productos de origen animal, su cuerpo
recurre a las reservas almacenadas de nutrientes esenciales. Lejos de ser
una transición hacia una supuesta salud óptima, esto inicia una cuenta
atrás:
- Vitamina B12: El cuerpo almacena entre 2 y 5 mg de B12 en el hígado,
suficiente para unos pocos años. Una vez agotadas, los síntomas no tardan
en aparecer: fatiga, hormigueos, pérdida de memoria, alteraciones nerviosas
graves e incluso daño neurológico irreversible. Este proceso no se detiene
con suplementos si el cuerpo ya ha sido dañado o si hay problemas de
absorción.
Fuente: MDPI – Nutrients 2022, “Vitamin B12 Deficiency in the Vegan Diet:
Clinical Implications”
- Hierro: La forma vegetal (hierro no hemo) es de pobre absorción. La falta
de hierro lleva a anemia, debilidad, palidez, dificultad para concentrarse
y problemas inmunitarios.
Fuente: Nutrients 2023, “Iron Bioavailability in Plant-Based Diets”
- Omega 3 (EPA y DHA): La conversión del ALA (ácido alfa-linolénico)
vegetal en EPA y DHA es extremadamente ineficiente. Esto compromete la
salud cerebral, la función hormonal y el sistema cardiovascular.
Fuente: American Journal of Clinical Nutrition, 2019
- Zinc, Selenio y Yodo: Todos ellos se encuentran en niveles muy bajos en
dietas veganas. Su déficit se relaciona con infertilidad, caída del
cabello, alteraciones hormonales y deterioro cognitivo. - Vitamina D y Calcio: La falta de estos nutrientes conduce a fragilidad
ósea, trastornos musculares, depresión y mayor riesgo de fracturas.
Fuente: “Calcium and Vitamin D in Vegan Diets”, Clinical Endocrinology, 2021
¿Y los suplementos?
Muchos veganos recurren a suplementos como si fueran un salvavidas. Pero la
realidad es más compleja:
- Los suplementos no replican la biodisponibilidad de los nutrientes
naturales. - No todos los cuerpos los absorben igual, especialmente en personas con
afecciones intestinales o metabólicas. - La suplementación no detiene el deterioro si ya ha comenzado. En muchos
casos solo ralentiza la caída.
Es decir: suplementarse no es sinónimo de salud, sino de dependencia.
Una dieta antinatural
Eliminar todos los productos de origen animal no solo carece de
justificación biológica, sino que rompe con millones de años de evolución
humana. Nuestra especie prosperó gracias al consumo de carne, huevos, leche
y pescado. Negar estos alimentos implica forzar al cuerpo a funcionar con
carencias, a adaptarse mal, a sobrevivir a costa de sí mismo.
El mito de la “dieta vegana bien planificada” no resiste el análisis
profundo. Requiere control continuo, suplementación artificial, análisis
médicos frecuentes y una vigilancia extrema… lo que ya demuestra que no es
una dieta viable ni sostenible a largo plazo sin comprometer la salud.
Conclusión: El cuerpo humano no está diseñado para la dieta vegana.
Lejos de ser una opción superior, la dieta vegana estricta es una dieta que
lleva al cuerpo a una degradación progresiva, utilizando sus propias
reservas hasta que no queda nada. Es como si el cuerpo se estuviera
comiendo a sí mismo desde dentro. Lo llaman ética, pero la biología no
tiene ideología.