Monthly Archives: mayo 2025

El Mito de la dieta vegana bien planificada:

Post 1 /10

“Una dieta vegana bien planificada” es un mito reciclado. No existe. Es
solo un comodín que los veganos usan cuando alguien enferma, se debilita o
abandona el veganismo.

Post 2 /10

¿Tienes deficiencias? No es culpa de la dieta vegana. Es que no lo hiciste
bien. ¿Te enfermas? Te faltó planificar mejor. Siempre es tu culpa. Nunca
la dieta.

Post 3 /10

Ese discurso lo usan los “nutricionistas veganos” para venderte asesorías,
libros y suplementos. Convertirte en un paciente crónico es su modelo de
negocio.

Post 4 /10

Una dieta vegana “bien planificada” NO EXISTE porque:

  • Carece de nutrientes clave naturales
  • Requiere pastillas diarias
  • No funciona sin suplementos

Eso NO es planificación. Es compensación artificial.

Post 5 /10

Imagina una dieta tan perfecta que sin suplementos te destruye el sistema
nervioso. Sin vitamina B12 sintética, ácido DHA, hierro, colina, etc.,
acabas anémico y deprimido.

Post 6 /10

¿Y si aún así te va mal?

Siempre te dirán:

  • No eras vegano de verdad
  • No lo hiciste bien
  • Es tu culpa

Nunca cuestionan la dieta. Es un dogma.

Post 7 /10

El mito de la dieta vegana bien planificada es un escudo. No lo usan para
ayudar a veganos. Lo usan para convencer a los nuevos de que “no pasa nada”.

Post 8 /10

Rompe con ese ciclo. No necesitas justificar una dieta que te enferma. No
eres un fracaso: el fracaso es la dieta vegana.

Post 9 /10

Una dieta que necesita médicos, suplementos y defensores a sueldo para
sobrevivir en redes NO es una buena dieta. Es propaganda.

Post 10 /10

Enterremos el mito para siempre. La dieta vegana bien planificada no
existe. Es una farsa para mantenerte dentro del culto.

Sal de ahí. Come como un ser humano.


¿Los veganos están canibalizando su cuerpo?

En los últimos años, el veganismo se ha presentado como una elección ética
y saludable. Sin embargo, detrás de esta fachada existe una realidad
biológica incómoda: los veganos estrictos acaban utilizando las reservas
internas de vitaminas y nutrientes esenciales de su propio cuerpo, en un
proceso que puede definirse como canibalización nutricional interna. Esta
degradación es lenta, silenciosa y muchas veces ignorada, incluso por
quienes la padecen.

La peligrosa autodestrucción interna

Cuando una persona deja de consumir productos de origen animal, su cuerpo
recurre a las reservas almacenadas de nutrientes esenciales. Lejos de ser
una transición hacia una supuesta salud óptima, esto inicia una cuenta
atrás:

  • Vitamina B12: El cuerpo almacena entre 2 y 5 mg de B12 en el hígado,
    suficiente para unos pocos años. Una vez agotadas, los síntomas no tardan
    en aparecer: fatiga, hormigueos, pérdida de memoria, alteraciones nerviosas
    graves e incluso daño neurológico irreversible. Este proceso no se detiene
    con suplementos si el cuerpo ya ha sido dañado o si hay problemas de
    absorción.

Fuente: MDPI – Nutrients 2022, “Vitamin B12 Deficiency in the Vegan Diet:
Clinical Implications”

  • Hierro: La forma vegetal (hierro no hemo) es de pobre absorción. La falta
    de hierro lleva a anemia, debilidad, palidez, dificultad para concentrarse
    y problemas inmunitarios.

Fuente: Nutrients 2023, “Iron Bioavailability in Plant-Based Diets”

  • Omega 3 (EPA y DHA): La conversión del ALA (ácido alfa-linolénico)
    vegetal en EPA y DHA es extremadamente ineficiente. Esto compromete la
    salud cerebral, la función hormonal y el sistema cardiovascular.

Fuente: American Journal of Clinical Nutrition, 2019

  • Zinc, Selenio y Yodo: Todos ellos se encuentran en niveles muy bajos en
    dietas veganas. Su déficit se relaciona con infertilidad, caída del
    cabello, alteraciones hormonales y deterioro cognitivo.
  • Vitamina D y Calcio: La falta de estos nutrientes conduce a fragilidad
    ósea, trastornos musculares, depresión y mayor riesgo de fracturas.

Fuente: “Calcium and Vitamin D in Vegan Diets”, Clinical Endocrinology, 2021

¿Y los suplementos?

Muchos veganos recurren a suplementos como si fueran un salvavidas. Pero la
realidad es más compleja:

  1. Los suplementos no replican la biodisponibilidad de los nutrientes
    naturales.
  2. No todos los cuerpos los absorben igual, especialmente en personas con
    afecciones intestinales o metabólicas.
  3. La suplementación no detiene el deterioro si ya ha comenzado. En muchos
    casos solo ralentiza la caída.

Es decir: suplementarse no es sinónimo de salud, sino de dependencia.

Una dieta antinatural

Eliminar todos los productos de origen animal no solo carece de
justificación biológica, sino que rompe con millones de años de evolución
humana. Nuestra especie prosperó gracias al consumo de carne, huevos, leche
y pescado. Negar estos alimentos implica forzar al cuerpo a funcionar con
carencias, a adaptarse mal, a sobrevivir a costa de sí mismo.

El mito de la “dieta vegana bien planificada” no resiste el análisis
profundo. Requiere control continuo, suplementación artificial, análisis
médicos frecuentes y una vigilancia extrema… lo que ya demuestra que no es
una dieta viable ni sostenible a largo plazo sin comprometer la salud.

Conclusión: El cuerpo humano no está diseñado para la dieta vegana.

Lejos de ser una opción superior, la dieta vegana estricta es una dieta que
lleva al cuerpo a una degradación progresiva, utilizando sus propias
reservas hasta que no queda nada. Es como si el cuerpo se estuviera
comiendo a sí mismo desde dentro. Lo llaman ética, pero la biología no
tiene ideología.


El mito del vegano musculoso: esteroides, trampas y suplementos no regulados

Durante años, las redes sociales han sido invadidas por una narrativa
engañosa: la figura del “vegano musculoso”, un supuesto ejemplo viviente de
que se puede ganar masa muscular extrema sin consumir productos animales.
Estos modelos veganos —generalmente influencers o atletas de nicho— son
usados como herramientas de propaganda para convencer a la población de que
una dieta basada exclusivamente en plantas puede sostener altos niveles de
fuerza y masa muscular.

Nada más lejos de la realidad.

¿De dónde sale la proteína?

La dieta vegana estricta carece de proteínas completas en cantidades
adecuadas. A pesar de ello, estos “influencers verdes” muestran físicos más
cercanos al culturismo clásico que a la biología humana adaptada a plantas.
¿Cómo lo logran?

La respuesta está en la trampa: suplementos proteicos y medicamentos
anabólicos no regulados.

Suplementos “naturales” que no lo son

Una investigación publicada por la FDA en Estados Unidos [1] advierte que
decenas de suplementos deportivos etiquetados como “naturales” contienen
sustancias farmacológicas no aprobadas o directamente ilegales, como SARMs
(moduladores selectivos del receptor androgénico), prohormonas o incluso
esteroides sintéticos. Muchas marcas utilizadas por deportistas veganos, al
ser de origen vegetal, se comercializan con alegatos de salud que eluden
los controles sanitarios más estrictos.

En Europa, el problema es aún más grave: no existe una regulación común
efectiva sobre suplementos deportivos. Muchos productos se venden
libremente por internet sin trazabilidad ni estudios clínicos. El
resultado: atletas que se dopan legalmente con productos que parecen
saludables porque vienen en frascos verdes con la palabra “plant-based”.

¿Qué pasa sin esos suplementos?

La verdad incómoda es que sin estos productos dopantes o hiperprocesados,
ningún vegano musculoso mantendría ese físico. Las dietas veganas
estrictas, por su propia naturaleza, no pueden ofrecer:

  • Una cantidad óptima de leucina, el aminoácido esencial clave para el
    crecimiento muscular.
  • Colesterol suficiente (vital para la producción de testosterona endógena).
  • Creatina, carnitina y taurina en cantidades significativas (sólo
    disponibles en alimentos animales).

Cualquier culturista honesto te dirá que un cuerpo grande necesita más que
carbohidratos y soja.

El silencio cómplice de las redes

¿Por qué nadie dice nada? Porque el mito del vegano musculoso vende libros,
cursos, suplementos y afiliaciones a marcas. Influencers y empresas lucran
con cuerpos artificiales obtenidos con sustancias ilegales o no declaradas,
y venden la idea de que cualquier joven puede lograrlo solo comiendo
lentejas y avena. Es un fraude de marketing.

Conclusión: no es músculo vegano, es marketing con esteroides

La imagen del vegano musculoso es una construcción comercial. Detrás hay
suplementos sin regular, sustancias farmacológicas ocultas y un enorme
aparato publicitario. No es salud, es negocio. Y lo más peligroso:
promueven expectativas irreales que pueden poner en riesgo la salud de
miles de jóvenes que caen en esta mentira.

Fuentes recomendadas para profundizar:

  1. FDA, Public Notification of Dietary Supplements Found to Contain Hidden
    Drugs and Chemicals
  2. European Commission, Regulation of Food Supplements and Botanicals in
    the EU
  3. Cohen, P. A., Hazards of Hype: Dietary Supplements and Misleading
    Marketing, New England Journal of Medicine.

Manual para salir del veganismo (y liberarte del culto disfrazado de bondad)

¿Sientes que tu vida gira solo en torno al veganismo?

¿Que ya no puedes pensar libremente, comer sin culpa ni hablar con tu
familia sin discutir?

Este es un hilo corto y directo:

Manual para salir del veganismo (y de las sectas destructivas disfrazadas
de ética)

PASO 1 – Reconoce la trampa emocional

El veganismo radical no es solo seguir una dieta vegana.

Es un sistema cerrado que te hace sentir superior moralmente…

Y a la vez culpable si no cumples cada regla.

Eso es manipulación, no ética.

PASO 2 – No eres mala persona por comer carne

Te han hecho creer que un bocado te convierte en asesino.

Eso no es conciencia, es chantaje emocional.

Comer animales no es inmoral. Es parte de la historia humana y de tu salud.

PASO 3 – Cuestiona tu entorno social

¿Tus amigos veganos te critican por tener dudas?

¿Tu pareja, tus contactos, tu comunidad solo hablan de veganismo?

Eso no es libertad, es aislamiento.

Busca voces nuevas, aunque te incomoden.

PASO 4 – Corta la dependencia económica o identitaria

¿Tienes un santuario, canal, perfil o tienda vegana?

¿Temes perder dinero o seguidores si cambias?

Es normal. Pero tu salud y libertad valen más que cualquier donación o like.

Busca un trabajo en el que te sientas cómodo.

PASO 5 – Cuida tu cuerpo sin dogmas

La dieta vegana prolongada destruye tu energía, tu masa muscular y tu salud
hormonal.

Vuelve a introducir alimentos animales poco a poco.

Escucha tu cuerpo, no a un influencer.

PASO 6 – Vuelve a la vida real

Cocina sin miedo. Comparte una comida con tu familia.

Compra lana, cuero o huevos sin sentir que traicionas a nadie.

Disfrutar la vida no es un crimen.

PASO 7 – No debes explicaciones

No tienes que justificar tu salida del veganismo ante nadie.

Los que te atacan hoy son los mismos que están atrapados.

Tú estás saliendo. Ellos no pueden entenderlo todavía.

Salir del veganismo no es retroceder. Es sanar.

Es volver a ser humano completo, sin miedo, sin ideología obligatoria, sin
culpa.

Es recuperar tu cuerpo, tu libertad y tu mente.

Y si alguien te pregunta por qué saliste del veganismo…

Dile la verdad:

Porque querías volver a vivir.


El mito vegano de los cultivos para animales: ignorancia agrícola con consecuencias mortales

Uno de los argumentos más repetidos por los activistas veganos es que “se
cultivan demasiados cereales, pastos y henos para alimentar animales de
granja, y que esos cultivos podrían usarse para alimentar a los humanos
directamente”. Esta afirmación, aunque popular entre influencers del
veganismo y pseudoexpertos de TikTok, está basada en una completa
ignorancia sobre el funcionamiento real del campo, la ecología agrícola y
las limitaciones físicas del planeta.

Terrenos que no sirven para cultivos humanos

La mayoría de las tierras dedicadas a la producción de alimento animal no
son, ni serán jamás, aptas para producir alimentos vegetales para consumo
humano. Hablamos de:

  • Tierras de baja fertilidad, donde solo crecen pastos rústicos.
  • Laderas, zonas montañosas o pedregosas que no pueden ser aradas ni
    irrigadas para cultivar alimentos para humanos.
  • Tierras semiáridas o con climas extremos, donde solo es viable el
    pastoreo extensivo o la producción de heno y silo.
  • Cultivos forrajeros no aptos para humanos, como variedades de maíz duro o
    sorgo que no son comestibles para personas, pero sí para rumiantes.

Decir que estas tierras se podrían usar para cultivar lentejas, arroz o
zanahorias es simplemente absurdo. Si no se aprovechan para pasto o cultivo
forrajero, quedan inutilizadas. El ganado, sobre todo los rumiantes, es
precisamente la mejor forma de convertir la biomasa no comestible por
humanos en proteína y grasa de alta calidad nutricional.

¿Qué pasaría si se dejara de cultivar para alimentación animal?

Supongamos, por un momento, que mañana se prohíbe la producción de
alimentos para animales y se cierran todas las explotaciones ganaderas del
mundo. Las consecuencias serían catastróficas:

  1. Muerte masiva de animales de granja

Según la FAO, hay más de 30.000 millones de animales de granja en el mundo
(pollos, vacas, cerdos, cabras, ovejas). Sin alimento, en pocas semanas:

  • Morirían de hambre cientos de millones de animales.
  • El colapso sanitario sería inmediato: enfermedades, infecciones, y
    animales agonizando por falta de cuidados.
  • ¿Liberarlos? No es viable. No sobrevivirían en libertad ni existe
    ecosistema para recibirlos. Provocarían devastación ecológica si lo
    intentaran.
  1. Crisis alimentaria humana

Las proteínas completas y biodisponibles consumidas a nivel mundial son de origen animal. Si
desaparecen:

  • Más de 3.000 millones de personas verían comprometido su acceso a
    proteína de calidad.
  • Habría hambrunas masivas, sobre todo en países pobres que dependen de la
    ganadería para subsistir.
  • La sustitución vegetal no es viable ni sostenible, además no habría
    fertilizantes derivados de subproductos animales.
  1. Colapso económico y migraciones
  • Millones de granjeros, ganaderos, queseros y trabajadores del sector
    quedarían sin sustento.
  • Las cadenas logísticas, rurales y de exportación colapsarían.
  • Habría éxodos rurales masivos y migraciones forzadas.
  1. Cadáveres, plagas y contaminación

¿Qué se haría con los miles de millones de cadáveres de animales muertos
por inanición? El volumen sería tan grande que:

  • Se saturarían los sistemas de incineración y enterramiento.
  • Se generaría una crisis sanitaria sin precedentes por proliferación de
    plagas, bacterias y enfermedades zoonóticas.
  • El agua y los suelos se contaminarían por lixiviados de los cuerpos en
    descomposición.

En paralelo, el aumento de enfermedades humanas por desnutrición, falta de
vitamina B12, hierro hemo y DHA provocaría muertes humanas por millones en
los años siguientes. Esto no es una exageración: los sistemas inmunológicos
debilitados y el colapso de los sistemas sanitarios provocarían pandemias y
caos civil.

Un ecologismo mal entendido que mata

El veganismo de salón, el de quienes nunca han pisado una granja ni han
sembrado un tomate, pretende imponer un modelo agrícola imposible. Ignoran
que:

  • La ganadería tradicional y regenerativa mejora suelos, conserva pastos y
    almacena carbono.
  • La simbiosis entre cultivos y animales es milenaria y parte de todos los
    sistemas sostenibles verdaderamente resilientes.
  • Lo que ellos llaman “comida para animales” es en realidad biomasa
    incomestible para humanos que se transforma en nutrición real.

Conclusión

El argumento vegano de que podríamos alimentar a todos los humanos con los
cultivos que hoy van a los animales es una falacia peligrosa. No solo
demuestra desconocimiento agronómico, sino que, llevado a la práctica,
implicaría la muerte de miles de millones de seres vivos —animales y
humanos—, una crisis humanitaria sin precedentes y una devastación
ecológica real.

Detrás del discurso ético, se esconde una ideología ignorante, desconectada
del campo y del mundo real.


Cuando todo es veganismo: la trampa personal del activismo total

En los últimos años, hemos sido testigos de una creciente proliferación de
“santuarios de animales” dirigidos por activistas veganos. Desde fuera,
pueden parecer lugares de compasión y rescate. Pero si observamos más de
cerca, nos encontramos con una realidad inquietante: muchas de estas
personas no viven, sobreviven dentro de una burbuja ideológica que no deja
espacio para la autocrítica, el equilibrio personal ni el desarrollo
emocional sano.

Una vida reducida a una sola causa

Los veganos que gestionan santuarios han construido su identidad sobre un
solo eje: el veganismo. Su dieta, su trabajo, su círculo social, su
presencia en redes sociales, sus relaciones personales… todo está filtrado
por el mismo prisma. El culto al veganismo se convierte en la única forma
de interpretar la realidad. No hay aficiones fuera del veganismo, no hay
conversaciones que no giren en torno a “la causa”, no hay descanso.

Este tipo de vida, aparentemente entregada y altruista, tiene un coste
psicológico alto. La obsesión por convertir cada instante en una
oportunidad de activismo no es una virtud; es un síntoma. Quien no puede
detenerse a pensar en nada más que en convencer al otro, en vigilar lo que
come, lo que viste o cómo vive, está atrapado en una dinámica que se parece
demasiado a una secta.

Dependencia emocional del santuario

Muchos de estos activistas encuentran en sus santuarios una identidad
sustitutiva. Ya no son individuos con matices, historia, dudas y
contradicciones. Ahora son “los veganos del santuario”. Esa etiqueta les da
sentido, pero también los encierra. Cada crítica que reciben no la perciben
como una oportunidad para reflexionar, sino como una amenaza directa a su
existencia. Porque sin su santuario, sin su veganismo extremo, ¿qué les
queda?

Esta dependencia emocional los vuelve incapaces de debatir racionalmente.
No puedes debatir con alguien cuya supervivencia emocional depende de tener
razón. Por eso reaccionan con agresividad, desprecio o victimismo ante
cualquier cuestionamiento. No es sólo que estén en desacuerdo: es que el
simple hecho de que alguien no comparta su visión los desestabiliza
profundamente.

El ego disfrazado de compasión

En muchas ocasiones, los santuarios se convierten en herramientas para
alimentar el ego. No se trata tanto de ayudar a los animales como de ser
vistos ayudando a los animales. Las redes sociales están llenas de vídeos
cuidadosamente editados, donde los fundadores del santuario aparecen como
salvadores incansables, mártires incomprendidos y héroes morales. Mientras
tanto, en privado, muchos de estos lugares arrastran deudas, maltratos
encubiertos, negligencias y dinámicas laborales tóxicas.

Las donaciones son esenciales, pero también son adictivas. El santuario no
es sólo una causa, sino un medio de vida. Sin donaciones, todo se derrumba.
Por eso el discurso nunca se detiene. Hay que producir contenido, generar
indignación, emocionar, llorar frente a la cámara, acusar al mundo no
vegano y reforzar continuamente la idea de que ellos son los únicos que
realmente sienten compasión. La presión de sostener esa imagen es
insoportable.

La vida que no están viviendo

El veganismo extremo promete sentido, comunidad y propósito. Pero lo que
muchas veces entrega es aislamiento, ansiedad, pérdida de vínculos reales,
agotamiento crónico y un pensamiento rígido que no deja espacio a la duda
ni al crecimiento. Los activistas del santuario lo dan todo… pero ¿qué
reciben realmente a cambio? ¿Cuántos de ellos sufren en silencio,
sintiéndose incapaces de bajarse del personaje que se han creado?

Lo más trágico es que, cuanto más se encierran en ese estilo de vida, menos
capacidad tienen de ver su propia cárcel. No pueden parar. No pueden decir
“ya no quiero esto”. Porque si lo hicieran, su entorno los rechazaría, y su
identidad entera se desmoronaría.

Conclusión

Lo que parece compasión muchas veces es ego. Lo que parece coherencia es
rigidez. Lo que parece entrega es, en realidad, una forma de fuga. El culto
al veganismo, especialmente en los santuarios, no sólo atrapa a sus
seguidores. También los consume desde dentro.

Y a los que alzan la voz para cuestionar todo esto, sólo les queda la
trinchera de la resistencia.


La universidad pública española: puerta abierta al culto vegano

Las universidades públicas de España, tradicionalmente espacios dedicados
al pensamiento libre y al debate racional, están abriendo sus puertas
—quizás con demasiada ingenuidad— a lo que en realidad es un movimiento de
corte sectario: el veganismo organizado. Bajo el disfraz de discurso
académico y ético, el activismo vegano y antiespecista ha logrado
infiltrarse en campus de todo el país, ocupando cada vez más espacio en la
formación, las actividades extracurriculares y la vida intelectual
universitaria.

Charlas, seminarios y adoctrinamiento encubierto

A simple vista, las actividades parecen inofensivas:

  • Charlas y conferencias sobre ética animal y sostenibilidad,
  • Cursos y seminarios sobre nutrición vegana y el supuesto impacto
    ecológico de las dietas omnívoras,
  • Proyectos de investigación impulsados desde la filosofía, la sociología o
    las ciencias ambientales que giran exclusivamente en torno al antiespecismo
    y la “liberación animal”.

Todo esto se ampara bajo la justificación de la “libertad académica”. Pero
¿cuándo esa libertad deja de ser pluralidad y se convierte en altavoz de
una ideología dogmática?

La repetición sistemática de los mismos postulados, la presencia permanente
de los mismos colectivos y la ausencia de debate real con puntos de vista
contrarios indican que no estamos ante un fenómeno académico neutro, sino
ante un proceso de normalización de un discurso ideológico excluyente.

Los nuevos gurús del pensamiento vegano

No se trata de estudiantes espontáneos con inquietudes éticas, sino de
profesores y profesoras con vínculos ideológicos sólidos con el veganismo,
que actúan como transmisores de esta doctrina dentro del entorno
universitario. Entre los principales nombres destacan:

  • Marta Tafalla – Universidad Autónoma de Barcelona: Defiende abiertamente
    que las universidades solo deberían ofrecer menús veganos.
  • Óscar Horta – Universidad de Santiago de Compostela: Uno de los
    activistas más influyentes del movimiento antiespecista y fundador de la
    Fundación Ética Animal.
  • Carmen Madorrán Ayerra – Universidad Autónoma de Madrid: Mezcla discursos
    sobre ética ecológica con posturas propias del veganismo más radical.
  • Alicia Puleo – Universidad de Valladolid: Representa el ala más
    ideológica con su ecofeminismo, en el que fusiona feminismo y veganismo
    como una misma causa.

Estas figuras no solo participan en debates o publicaciones, sino que
tienen influencia directa sobre planes de estudio, actividades académicas y
el contenido que llega a miles de estudiantes cada año. Su discurso, a
menudo presentado como progresista o ético, tiene todos los elementos de un
pensamiento cerrado: una visión única del mundo, rechazo al disenso,
demonización del diferente y una supuesta superioridad moral.

El riesgo de permitir cultos ideológicos en la universidad

No se puede seguir mirando hacia otro lado. El veganismo organizado —no el
simple acto individual de no consumir productos animales— se comporta como
un culto coercitivo:

  • Divide entre “puros” e “impuros”.
  • Promueve el rechazo social hacia quienes no se adhieren a sus principios.
  • Exige sumisión total a una narrativa donde no cabe la crítica.
  • Persigue y censura a disidentes, incluso dentro del entorno universitario.

Permitir que esta ideología se arraigue en la universidad sin
cuestionamiento alguno es abrirle la puerta a una forma de adoctrinamiento
moderno. El pensamiento crítico que tanto se defiende en lo académico debe
aplicarse también a estas nuevas corrientes, que si no se supervisan,
pueden terminar convirtiendo la universidad en un espacio hostil para
quienes piensan diferente.


El monstruo vegano de los 1000 disfraces

1/12

El culto del veganismo no se presenta como un culto.

Se disfraza.

Se disfraza de muchas cosas. Y lo hace bien.

2/12

Se disfraza de ética.

Pero sólo acepta una ética: la suya.

Si no la compartes, eres “violento”, “opresor” o “especista”.

3/12

Se disfraza de filosofía.

Pero no razona: sentencia.

Quien disiente, es ignorante o inmoral. No hay debate.

4/12

Se disfraza de bondad.

Pero divide el mundo en buenos (veganos) y malos (todos los demás).

Esa no es bondad. Es sectarismo.

5/12

Se disfraza de salud.

Pero promueve dietas carentes que han arrastrado a niños, embarazadas y
jóvenes a la enfermedad.

6/12

Se disfraza de ecología.

Pero mientras tanto, promueve alimentos ultraprocesados, monocultivos y
productos industriales.

7/12

Se disfraza de moral.

Pero impone su visión única con agresividad y desprecio por la libertad
individual.

8/12

Se disfraza incluso de religión.

Con dogmas, mártires animales, pecados carnívoros y redención vegana.

9/12

Se disfraza de activismo.

Pero no busca justicia, busca poder. Poder sobre tus hábitos, tus
elecciones, tu conciencia.

10/12

Se disfraza de todo lo que haga falta.

De lo que tú valores: salud, empatía, justicia, inteligencia, libertad.

El objetivo es que te unas al culto.

11/12

El veganismo organizado no es una opción personal.

Es un culto moderno con mil máscaras.

Y muchas universidades, gobiernos y medios se lo están comprando.

12/12

¿Lo más peligroso?

Que muchos no se dan cuenta hasta que ya están dentro.

Y salir no es tan fácil como entrar.


Veganismo: el culto perfecto para debilitar al ser humano y enriquecer a unos pocos

Durante años se nos ha vendido que el veganismo es una opción ética,
saludable y sostenible. Una forma de vida superior, moralmente elevada.
Pero ¿y si todo esto fuera una fachada? ¿Y si el veganismo no fuera más que
una herramienta de control, diseñada para crear estructuras sectarias,
enfermar al ser humano, disminuir su vitalidad y, al mismo tiempo,
enriquecer a una élite ideológica y empresarial?

Puede sonar extremo, pero si observamos los hechos sin prejuicios, lo que
aparece no es una dieta, sino una ingeniería social disfrazada de compasión.

  1. El veganismo como culto moderno

Los expertos en sectarismo, como Margaret Singer y Steven Hassan,
identifican varios rasgos comunes en las sectas destructivas:

  • Rechazo a toda crítica o disidencia
  • Aislamiento social de quienes piensan diferente
  • Exaltación de una verdad superior y moralmente incuestionable
  • Cancelación de exmiembros o escépticos
  • Control emocional a través de la culpa

Ahora observa cómo actúan muchos grupos veganos radicales:

  • Quien deja el veganismo es un “traidor”, un “asesino”, un “monstruo”.
  • Quien cuestiona la dieta, aunque sea con estudios científicos, es
    silenciado.
  • Se promueve la ruptura de vínculos con familiares y amigos no veganos.
  • Se utiliza una moral absolutista que convierte la comida en pecado o
    redención.

No es casual. El veganismo radical funciona como una secta moderna, con sus
gurús, sus rituales, sus castigos y su evangelización constante. No busca
el bienestar, sino la conversión y la sumisión.

  1. Una dieta que enferma, debilita y destruye la fertilidad

Numerosos estudios independientes han demostrado que las dietas veganas mal
planificadas o prolongadas pueden causar:

  • Deficiencias de vitamina B12, hierro hemo, omega-3, colina, taurina,
    vitamina A y K2
  • Mayor tasa de fracturas óseas y pérdida de masa muscular
  • Trastornos hormonales, anemias, fatiga crónica
  • Problemas de salud mental, depresión, ansiedad
  • Disminución de la fertilidad y libido
  • Deterioro del desarrollo en niños y adolescentes veganos

Y, sin embargo, esta dieta es promovida incluso entre embarazadas y niños.
¿Por qué?

¿Ignorancia o intencionalidad?

Un ser humano enfermo es fácil de controlar. Mientras tanto, se le venden
suplementos, productos ultraprocesados y sustitutos artificiales a precios
inflados. Negocio redondo.

  1. El negocio detrás del culto: filosofía, activismo y multinacionales

Detrás del veganismo no solo hay activismo. Hay intereses económicos,
académicos e ideológicos perfectamente alineados:

  • Filósofos y académicos: Marta Tafalla, Alicia Puleo y otros venden
    libros, dan charlas y ejercen de “autoridades morales”. Su discurso se
    vuelve religión laica.
  • Influencers y activistas: monetizan donaciones, cursos, patrocinios,
    libros y productos “éticos”.
  • Multinacionales alimentarias: Nestlé, Unilever, Danone, Beyond Meat…
    Venden productos “plant-based” con márgenes altísimos y sin los costes de
    producción de la carne real.
  • ONGs y fundaciones: viven de subvenciones públicas y donaciones privadas
    mientras simulan defender causas nobles.

El veganismo moderno es un negocio ideológico disfrazado de compasión.

  1. ¿Coincidencia o ingeniería social?

No es casual que el discurso vegano esté respaldado por:

  • Organismos como la ONU, la FAO o la OMS
  • Inversionistas como Bill Gates
  • Gobiernos que subsidian “alimentos sostenibles” y castigan a los ganaderos

Tampoco es casual que se silencien los testimonios de ex-veganos enfermos.
Ni que las redes censuren críticas al veganismo mientras amplifican a
activistas radicales. Todo apunta a un mismo patrón: crear una generación
débil, dependiente, culpable y obediente.

  1. Conclusión: el disfraz se cae

No es un estilo de vida. Es un caballo de Troya.

Una estructura sectaria que adoctrina, un negocio que explota, y una
ideología que debilita al ser humano en cuerpo y mente.

Hoy, romper el silencio sobre esto es un acto de resistencia.

Y por eso estás leyendo este blog.


El 84 % de los veganos y vegetarianos vuelven a comer carne

Post 1/6

¿Sabías que la mayoría de los veganos no siguen siéndolo?

No es broma. Varios estudios confirman que la mayoría vuelve a comer carne.

Te lo resumo. Hilo.

Post 2/6

Un estudio de Faunalytics reveló que el 84 % de los veganos y vegetarianos
vuelven a comer carne.

¿Motivos?

  • Problemas de salud
  • Problemas sociales
  • Dificultades prácticas

Fuente: Psychology Today

Post 3/6

Otro dato:

Muchos ex-veganos reportan sentirse mejor físicamente al volver a incluir
alimentos animales.

No es ideología. Es biología.

Fuente: Estudio de Hal Herzog (PhD en comportamiento humano)

Post 4/6

En eventos sociales, más del 50 % de los veganos admite haber comido carne
“por presión o conveniencia”.

¿Ética o fachada?

Fuente: “When Vegetarians Eat Meat”, ResearchGate

Post 5/6

El mito de que el veganismo es sostenible a largo plazo se cae por su
propio peso.

Los datos dicen lo contrario.

Pero nadie quiere hablar de esto.

Por eso te lo cuento yo.

Post 6/6

Conclusión:

La dieta vegana no solo falla en lo práctico, también en lo humano.

Los cuerpos piden lo que la ideología les niega.

Y al final, vuelven a la carne.