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El mito vegano de los cultivos para animales: ignorancia agrícola con consecuencias mortales

Uno de los argumentos más repetidos por los activistas veganos es que “se
cultivan demasiados cereales, pastos y henos para alimentar animales de
granja, y que esos cultivos podrían usarse para alimentar a los humanos
directamente”. Esta afirmación, aunque popular entre influencers del
veganismo y pseudoexpertos de TikTok, está basada en una completa
ignorancia sobre el funcionamiento real del campo, la ecología agrícola y
las limitaciones físicas del planeta.

Terrenos que no sirven para cultivos humanos

La mayoría de las tierras dedicadas a la producción de alimento animal no
son, ni serán jamás, aptas para producir alimentos vegetales para consumo
humano. Hablamos de:

  • Tierras de baja fertilidad, donde solo crecen pastos rústicos.
  • Laderas, zonas montañosas o pedregosas que no pueden ser aradas ni
    irrigadas para cultivar alimentos para humanos.
  • Tierras semiáridas o con climas extremos, donde solo es viable el
    pastoreo extensivo o la producción de heno y silo.
  • Cultivos forrajeros no aptos para humanos, como variedades de maíz duro o
    sorgo que no son comestibles para personas, pero sí para rumiantes.

Decir que estas tierras se podrían usar para cultivar lentejas, arroz o
zanahorias es simplemente absurdo. Si no se aprovechan para pasto o cultivo
forrajero, quedan inutilizadas. El ganado, sobre todo los rumiantes, es
precisamente la mejor forma de convertir la biomasa no comestible por
humanos en proteína y grasa de alta calidad nutricional.

¿Qué pasaría si se dejara de cultivar para alimentación animal?

Supongamos, por un momento, que mañana se prohíbe la producción de
alimentos para animales y se cierran todas las explotaciones ganaderas del
mundo. Las consecuencias serían catastróficas:

  1. Muerte masiva de animales de granja

Según la FAO, hay más de 30.000 millones de animales de granja en el mundo
(pollos, vacas, cerdos, cabras, ovejas). Sin alimento, en pocas semanas:

  • Morirían de hambre cientos de millones de animales.
  • El colapso sanitario sería inmediato: enfermedades, infecciones, y
    animales agonizando por falta de cuidados.
  • ¿Liberarlos? No es viable. No sobrevivirían en libertad ni existe
    ecosistema para recibirlos. Provocarían devastación ecológica si lo
    intentaran.
  1. Crisis alimentaria humana

Las proteínas completas y biodisponibles consumidas a nivel mundial son de origen animal. Si
desaparecen:

  • Más de 3.000 millones de personas verían comprometido su acceso a
    proteína de calidad.
  • Habría hambrunas masivas, sobre todo en países pobres que dependen de la
    ganadería para subsistir.
  • La sustitución vegetal no es viable ni sostenible, además no habría
    fertilizantes derivados de subproductos animales.
  1. Colapso económico y migraciones
  • Millones de granjeros, ganaderos, queseros y trabajadores del sector
    quedarían sin sustento.
  • Las cadenas logísticas, rurales y de exportación colapsarían.
  • Habría éxodos rurales masivos y migraciones forzadas.
  1. Cadáveres, plagas y contaminación

¿Qué se haría con los miles de millones de cadáveres de animales muertos
por inanición? El volumen sería tan grande que:

  • Se saturarían los sistemas de incineración y enterramiento.
  • Se generaría una crisis sanitaria sin precedentes por proliferación de
    plagas, bacterias y enfermedades zoonóticas.
  • El agua y los suelos se contaminarían por lixiviados de los cuerpos en
    descomposición.

En paralelo, el aumento de enfermedades humanas por desnutrición, falta de
vitamina B12, hierro hemo y DHA provocaría muertes humanas por millones en
los años siguientes. Esto no es una exageración: los sistemas inmunológicos
debilitados y el colapso de los sistemas sanitarios provocarían pandemias y
caos civil.

Un ecologismo mal entendido que mata

El veganismo de salón, el de quienes nunca han pisado una granja ni han
sembrado un tomate, pretende imponer un modelo agrícola imposible. Ignoran
que:

  • La ganadería tradicional y regenerativa mejora suelos, conserva pastos y
    almacena carbono.
  • La simbiosis entre cultivos y animales es milenaria y parte de todos los
    sistemas sostenibles verdaderamente resilientes.
  • Lo que ellos llaman “comida para animales” es en realidad biomasa
    incomestible para humanos que se transforma en nutrición real.

Conclusión

El argumento vegano de que podríamos alimentar a todos los humanos con los
cultivos que hoy van a los animales es una falacia peligrosa. No solo
demuestra desconocimiento agronómico, sino que, llevado a la práctica,
implicaría la muerte de miles de millones de seres vivos —animales y
humanos—, una crisis humanitaria sin precedentes y una devastación
ecológica real.

Detrás del discurso ético, se esconde una ideología ignorante, desconectada
del campo y del mundo real.


Cuando todo es veganismo: la trampa personal del activismo total

En los últimos años, hemos sido testigos de una creciente proliferación de
“santuarios de animales” dirigidos por activistas veganos. Desde fuera,
pueden parecer lugares de compasión y rescate. Pero si observamos más de
cerca, nos encontramos con una realidad inquietante: muchas de estas
personas no viven, sobreviven dentro de una burbuja ideológica que no deja
espacio para la autocrítica, el equilibrio personal ni el desarrollo
emocional sano.

Una vida reducida a una sola causa

Los veganos que gestionan santuarios han construido su identidad sobre un
solo eje: el veganismo. Su dieta, su trabajo, su círculo social, su
presencia en redes sociales, sus relaciones personales… todo está filtrado
por el mismo prisma. El culto al veganismo se convierte en la única forma
de interpretar la realidad. No hay aficiones fuera del veganismo, no hay
conversaciones que no giren en torno a “la causa”, no hay descanso.

Este tipo de vida, aparentemente entregada y altruista, tiene un coste
psicológico alto. La obsesión por convertir cada instante en una
oportunidad de activismo no es una virtud; es un síntoma. Quien no puede
detenerse a pensar en nada más que en convencer al otro, en vigilar lo que
come, lo que viste o cómo vive, está atrapado en una dinámica que se parece
demasiado a una secta.

Dependencia emocional del santuario

Muchos de estos activistas encuentran en sus santuarios una identidad
sustitutiva. Ya no son individuos con matices, historia, dudas y
contradicciones. Ahora son “los veganos del santuario”. Esa etiqueta les da
sentido, pero también los encierra. Cada crítica que reciben no la perciben
como una oportunidad para reflexionar, sino como una amenaza directa a su
existencia. Porque sin su santuario, sin su veganismo extremo, ¿qué les
queda?

Esta dependencia emocional los vuelve incapaces de debatir racionalmente.
No puedes debatir con alguien cuya supervivencia emocional depende de tener
razón. Por eso reaccionan con agresividad, desprecio o victimismo ante
cualquier cuestionamiento. No es sólo que estén en desacuerdo: es que el
simple hecho de que alguien no comparta su visión los desestabiliza
profundamente.

El ego disfrazado de compasión

En muchas ocasiones, los santuarios se convierten en herramientas para
alimentar el ego. No se trata tanto de ayudar a los animales como de ser
vistos ayudando a los animales. Las redes sociales están llenas de vídeos
cuidadosamente editados, donde los fundadores del santuario aparecen como
salvadores incansables, mártires incomprendidos y héroes morales. Mientras
tanto, en privado, muchos de estos lugares arrastran deudas, maltratos
encubiertos, negligencias y dinámicas laborales tóxicas.

Las donaciones son esenciales, pero también son adictivas. El santuario no
es sólo una causa, sino un medio de vida. Sin donaciones, todo se derrumba.
Por eso el discurso nunca se detiene. Hay que producir contenido, generar
indignación, emocionar, llorar frente a la cámara, acusar al mundo no
vegano y reforzar continuamente la idea de que ellos son los únicos que
realmente sienten compasión. La presión de sostener esa imagen es
insoportable.

La vida que no están viviendo

El veganismo extremo promete sentido, comunidad y propósito. Pero lo que
muchas veces entrega es aislamiento, ansiedad, pérdida de vínculos reales,
agotamiento crónico y un pensamiento rígido que no deja espacio a la duda
ni al crecimiento. Los activistas del santuario lo dan todo… pero ¿qué
reciben realmente a cambio? ¿Cuántos de ellos sufren en silencio,
sintiéndose incapaces de bajarse del personaje que se han creado?

Lo más trágico es que, cuanto más se encierran en ese estilo de vida, menos
capacidad tienen de ver su propia cárcel. No pueden parar. No pueden decir
“ya no quiero esto”. Porque si lo hicieran, su entorno los rechazaría, y su
identidad entera se desmoronaría.

Conclusión

Lo que parece compasión muchas veces es ego. Lo que parece coherencia es
rigidez. Lo que parece entrega es, en realidad, una forma de fuga. El culto
al veganismo, especialmente en los santuarios, no sólo atrapa a sus
seguidores. También los consume desde dentro.

Y a los que alzan la voz para cuestionar todo esto, sólo les queda la
trinchera de la resistencia.


La universidad pública española: puerta abierta al culto vegano

Las universidades públicas de España, tradicionalmente espacios dedicados
al pensamiento libre y al debate racional, están abriendo sus puertas
—quizás con demasiada ingenuidad— a lo que en realidad es un movimiento de
corte sectario: el veganismo organizado. Bajo el disfraz de discurso
académico y ético, el activismo vegano y antiespecista ha logrado
infiltrarse en campus de todo el país, ocupando cada vez más espacio en la
formación, las actividades extracurriculares y la vida intelectual
universitaria.

Charlas, seminarios y adoctrinamiento encubierto

A simple vista, las actividades parecen inofensivas:

  • Charlas y conferencias sobre ética animal y sostenibilidad,
  • Cursos y seminarios sobre nutrición vegana y el supuesto impacto
    ecológico de las dietas omnívoras,
  • Proyectos de investigación impulsados desde la filosofía, la sociología o
    las ciencias ambientales que giran exclusivamente en torno al antiespecismo
    y la “liberación animal”.

Todo esto se ampara bajo la justificación de la “libertad académica”. Pero
¿cuándo esa libertad deja de ser pluralidad y se convierte en altavoz de
una ideología dogmática?

La repetición sistemática de los mismos postulados, la presencia permanente
de los mismos colectivos y la ausencia de debate real con puntos de vista
contrarios indican que no estamos ante un fenómeno académico neutro, sino
ante un proceso de normalización de un discurso ideológico excluyente.

Los nuevos gurús del pensamiento vegano

No se trata de estudiantes espontáneos con inquietudes éticas, sino de
profesores y profesoras con vínculos ideológicos sólidos con el veganismo,
que actúan como transmisores de esta doctrina dentro del entorno
universitario. Entre los principales nombres destacan:

  • Marta Tafalla – Universidad Autónoma de Barcelona: Defiende abiertamente
    que las universidades solo deberían ofrecer menús veganos.
  • Óscar Horta – Universidad de Santiago de Compostela: Uno de los
    activistas más influyentes del movimiento antiespecista y fundador de la
    Fundación Ética Animal.
  • Carmen Madorrán Ayerra – Universidad Autónoma de Madrid: Mezcla discursos
    sobre ética ecológica con posturas propias del veganismo más radical.
  • Alicia Puleo – Universidad de Valladolid: Representa el ala más
    ideológica con su ecofeminismo, en el que fusiona feminismo y veganismo
    como una misma causa.

Estas figuras no solo participan en debates o publicaciones, sino que
tienen influencia directa sobre planes de estudio, actividades académicas y
el contenido que llega a miles de estudiantes cada año. Su discurso, a
menudo presentado como progresista o ético, tiene todos los elementos de un
pensamiento cerrado: una visión única del mundo, rechazo al disenso,
demonización del diferente y una supuesta superioridad moral.

El riesgo de permitir cultos ideológicos en la universidad

No se puede seguir mirando hacia otro lado. El veganismo organizado —no el
simple acto individual de no consumir productos animales— se comporta como
un culto coercitivo:

  • Divide entre “puros” e “impuros”.
  • Promueve el rechazo social hacia quienes no se adhieren a sus principios.
  • Exige sumisión total a una narrativa donde no cabe la crítica.
  • Persigue y censura a disidentes, incluso dentro del entorno universitario.

Permitir que esta ideología se arraigue en la universidad sin
cuestionamiento alguno es abrirle la puerta a una forma de adoctrinamiento
moderno. El pensamiento crítico que tanto se defiende en lo académico debe
aplicarse también a estas nuevas corrientes, que si no se supervisan,
pueden terminar convirtiendo la universidad en un espacio hostil para
quienes piensan diferente.


El monstruo vegano de los 1000 disfraces

1/12

El culto del veganismo no se presenta como un culto.

Se disfraza.

Se disfraza de muchas cosas. Y lo hace bien.

2/12

Se disfraza de ética.

Pero sólo acepta una ética: la suya.

Si no la compartes, eres “violento”, “opresor” o “especista”.

3/12

Se disfraza de filosofía.

Pero no razona: sentencia.

Quien disiente, es ignorante o inmoral. No hay debate.

4/12

Se disfraza de bondad.

Pero divide el mundo en buenos (veganos) y malos (todos los demás).

Esa no es bondad. Es sectarismo.

5/12

Se disfraza de salud.

Pero promueve dietas carentes que han arrastrado a niños, embarazadas y
jóvenes a la enfermedad.

6/12

Se disfraza de ecología.

Pero mientras tanto, promueve alimentos ultraprocesados, monocultivos y
productos industriales.

7/12

Se disfraza de moral.

Pero impone su visión única con agresividad y desprecio por la libertad
individual.

8/12

Se disfraza incluso de religión.

Con dogmas, mártires animales, pecados carnívoros y redención vegana.

9/12

Se disfraza de activismo.

Pero no busca justicia, busca poder. Poder sobre tus hábitos, tus
elecciones, tu conciencia.

10/12

Se disfraza de todo lo que haga falta.

De lo que tú valores: salud, empatía, justicia, inteligencia, libertad.

El objetivo es que te unas al culto.

11/12

El veganismo organizado no es una opción personal.

Es un culto moderno con mil máscaras.

Y muchas universidades, gobiernos y medios se lo están comprando.

12/12

¿Lo más peligroso?

Que muchos no se dan cuenta hasta que ya están dentro.

Y salir no es tan fácil como entrar.


Veganismo: el culto perfecto para debilitar al ser humano y enriquecer a unos pocos

Durante años se nos ha vendido que el veganismo es una opción ética,
saludable y sostenible. Una forma de vida superior, moralmente elevada.
Pero ¿y si todo esto fuera una fachada? ¿Y si el veganismo no fuera más que
una herramienta de control, diseñada para crear estructuras sectarias,
enfermar al ser humano, disminuir su vitalidad y, al mismo tiempo,
enriquecer a una élite ideológica y empresarial?

Puede sonar extremo, pero si observamos los hechos sin prejuicios, lo que
aparece no es una dieta, sino una ingeniería social disfrazada de compasión.

  1. El veganismo como culto moderno

Los expertos en sectarismo, como Margaret Singer y Steven Hassan,
identifican varios rasgos comunes en las sectas destructivas:

  • Rechazo a toda crítica o disidencia
  • Aislamiento social de quienes piensan diferente
  • Exaltación de una verdad superior y moralmente incuestionable
  • Cancelación de exmiembros o escépticos
  • Control emocional a través de la culpa

Ahora observa cómo actúan muchos grupos veganos radicales:

  • Quien deja el veganismo es un “traidor”, un “asesino”, un “monstruo”.
  • Quien cuestiona la dieta, aunque sea con estudios científicos, es
    silenciado.
  • Se promueve la ruptura de vínculos con familiares y amigos no veganos.
  • Se utiliza una moral absolutista que convierte la comida en pecado o
    redención.

No es casual. El veganismo radical funciona como una secta moderna, con sus
gurús, sus rituales, sus castigos y su evangelización constante. No busca
el bienestar, sino la conversión y la sumisión.

  1. Una dieta que enferma, debilita y destruye la fertilidad

Numerosos estudios independientes han demostrado que las dietas veganas mal
planificadas o prolongadas pueden causar:

  • Deficiencias de vitamina B12, hierro hemo, omega-3, colina, taurina,
    vitamina A y K2
  • Mayor tasa de fracturas óseas y pérdida de masa muscular
  • Trastornos hormonales, anemias, fatiga crónica
  • Problemas de salud mental, depresión, ansiedad
  • Disminución de la fertilidad y libido
  • Deterioro del desarrollo en niños y adolescentes veganos

Y, sin embargo, esta dieta es promovida incluso entre embarazadas y niños.
¿Por qué?

¿Ignorancia o intencionalidad?

Un ser humano enfermo es fácil de controlar. Mientras tanto, se le venden
suplementos, productos ultraprocesados y sustitutos artificiales a precios
inflados. Negocio redondo.

  1. El negocio detrás del culto: filosofía, activismo y multinacionales

Detrás del veganismo no solo hay activismo. Hay intereses económicos,
académicos e ideológicos perfectamente alineados:

  • Filósofos y académicos: Marta Tafalla, Alicia Puleo y otros venden
    libros, dan charlas y ejercen de “autoridades morales”. Su discurso se
    vuelve religión laica.
  • Influencers y activistas: monetizan donaciones, cursos, patrocinios,
    libros y productos “éticos”.
  • Multinacionales alimentarias: Nestlé, Unilever, Danone, Beyond Meat…
    Venden productos “plant-based” con márgenes altísimos y sin los costes de
    producción de la carne real.
  • ONGs y fundaciones: viven de subvenciones públicas y donaciones privadas
    mientras simulan defender causas nobles.

El veganismo moderno es un negocio ideológico disfrazado de compasión.

  1. ¿Coincidencia o ingeniería social?

No es casual que el discurso vegano esté respaldado por:

  • Organismos como la ONU, la FAO o la OMS
  • Inversionistas como Bill Gates
  • Gobiernos que subsidian “alimentos sostenibles” y castigan a los ganaderos

Tampoco es casual que se silencien los testimonios de ex-veganos enfermos.
Ni que las redes censuren críticas al veganismo mientras amplifican a
activistas radicales. Todo apunta a un mismo patrón: crear una generación
débil, dependiente, culpable y obediente.

  1. Conclusión: el disfraz se cae

No es un estilo de vida. Es un caballo de Troya.

Una estructura sectaria que adoctrina, un negocio que explota, y una
ideología que debilita al ser humano en cuerpo y mente.

Hoy, romper el silencio sobre esto es un acto de resistencia.

Y por eso estás leyendo este blog.


El 84 % de los veganos y vegetarianos vuelven a comer carne

Post 1/6

¿Sabías que la mayoría de los veganos no siguen siéndolo?

No es broma. Varios estudios confirman que la mayoría vuelve a comer carne.

Te lo resumo. Hilo.

Post 2/6

Un estudio de Faunalytics reveló que el 84 % de los veganos y vegetarianos
vuelven a comer carne.

¿Motivos?

  • Problemas de salud
  • Problemas sociales
  • Dificultades prácticas

Fuente: Psychology Today

Post 3/6

Otro dato:

Muchos ex-veganos reportan sentirse mejor físicamente al volver a incluir
alimentos animales.

No es ideología. Es biología.

Fuente: Estudio de Hal Herzog (PhD en comportamiento humano)

Post 4/6

En eventos sociales, más del 50 % de los veganos admite haber comido carne
“por presión o conveniencia”.

¿Ética o fachada?

Fuente: “When Vegetarians Eat Meat”, ResearchGate

Post 5/6

El mito de que el veganismo es sostenible a largo plazo se cae por su
propio peso.

Los datos dicen lo contrario.

Pero nadie quiere hablar de esto.

Por eso te lo cuento yo.

Post 6/6

Conclusión:

La dieta vegana no solo falla en lo práctico, también en lo humano.

Los cuerpos piden lo que la ideología les niega.

Y al final, vuelven a la carne.


Atención: Cómo se manipulan los estudios científicos para promocionar el veganismo

En los últimos años, el veganismo ha dejado de ser una opción individual de
dieta para convertirse en una doctrina casi religiosa, respaldada por un
arsenal de estudios científicos que —supuestamente— demuestran sus
beneficios indiscutibles para la salud y el medio ambiente. Pero ¿qué
ocurre si te dijéramos que buena parte de esos estudios están construidos
sobre estadísticas manipuladas, asociaciones débiles y sesgos ideológicos?

Este artículo pone el foco sobre uno de los aspectos más oscuros y menos
cuestionados del movimiento vegano moderno: la manipulación de datos y
conclusiones científicas para imponer una narrativa pro-veganismo a
cualquier precio.

  1. El truco más común: culpabilizar a la carne sin contexto

Uno de los ejemplos más descarados de manipulación se encuentra en los
estudios que “demuestran” que la carne provoca enfermedades como el cáncer
o enfermedades cardiovasculares. La mayoría de estos estudios no hacen
distinción entre:

  • Carne de hamburgueserías (ultraprocesada, frita en aceites vegetales de
    mala calidad, servida con refrescos y pan industrial)
  • Carne real, fresca, de pasto o mínimamente procesada

Es decir, confunden una hamburguesa de comida rápida con un filete de
ternera ecológica. Y cuando las personas en el grupo de estudio enferman,
le echan la culpa a la carne, ignorando el resto del menú: patatas fritas
con aceites refinados, bebidas azucaradas y postres ultraprocesados. ¿Te
suena justo?

  1. Estudios observacionales: correlación no es causalidad

Muchos de los estudios que glorifican el veganismo se basan en métodos
observacionales, no en ensayos clínicos aleatorios. Esto quiere decir que
no pueden probar causa y efecto, pero lo venden como si lo hicieran.

Ejemplo: encuentran que veganos tienen menor riesgo de una enfermedad. Pero
no dicen que esos mismos veganos:

  • Suelen ser de clase media o alta
  • No fuman
  • Hacen más ejercicio
  • Se preocupan más por su salud en general

Todo eso influye en su salud, no solo el hecho de no comer productos
animales. Sin embargo, los titulares simplifican: “El veganismo reduce el
riesgo de X enfermedad”. Mentira por omisión.

  1. El mito del consenso científico

Si repites una mentira muchas veces, la gente acaba creyéndola. Así opera
la maquinaria propagandística vegana: promueve una imagen de consenso
científico donde no lo hay. Y lo más grave: cuando aparecen estudios que
cuestionan esa narrativa, no se discuten. Se censuran.

Investigadores que publican hallazgos que muestran que las dietas veganas
pueden causar deficiencias o problemas en salud mental, son:

  • Ignorados por los medios
  • Silenciados en redes
  • Atacados en lo personal

Esto no es ciencia, es activismo ideológico disfrazado de medicina.

  1. Vegetarianos de fin de semana y errores de clasificación

Muchos estudios clasifican como “vegetarianos” o “veganos” a personas que
se autodenominan así, aunque en realidad siguen consumiendo productos
animales de forma ocasional.

Esto genera un problema estadístico gravísimo: no se está evaluando una
dieta vegana real, sino una etiqueta social. Pero da igual: los datos se
manipulan y se ajustan para que coincidan con la narrativa.

  1. Financiación, conflictos de interés y marketing

No es casualidad que muchas investigaciones a favor del veganismo estén
financiadas por fundaciones, ONGs o empresas que venden productos veganos
ultraprocesados. ¿Crees que van a publicar un estudio que hable mal de lo
que venden?

Esto es marketing con bata blanca.

Conclusión: cuidado con la ciencia “militante”

La ciencia de calidad existe, pero está siendo secuestrada por agendas
ideológicas. El veganismo ha dejado de ser una opción personal para
convertirse en una herramienta de presión política, económica y cultural. Y
sus “pruebas científicas” muchas veces son fraudes metodológicos
encubiertos con gráficos y palabras bonitas.

No caigas en la trampa. Cuestiona. Investiga. Y no te dejes manipular por
quienes quieren imponerte un dogma disfrazado de salud.


¿Crees que el veganismo es un movimiento antisistema y ético?

1/10

¿Crees que el veganismo es un movimiento antisistema y ético?

Te vas a sorprender: muchas de sus caras visibles están financiadas por las
mismas multinacionales que dicen combatir. Te lo cuento en este hilo.

2/10

Heura Foods, la startup vegana más famosa de España, fue fundada por
activistas ligados a ONGs animalistas como AnimaNaturalis.

¿Revolución ética? Espera a leer esto.

3/10

Marc Coloma, cofundador de Heura, fue activista en campañas radicales y hoy
lidera una empresa que colabora con gigantes como Unilever y Nestlé.

4/10

Sí, has leído bien.

Heura ha recibido 20 millones de euros del Banco Europeo de Inversiones
para “productos sostenibles”.

Pero ¿quién se queda el dinero?

5/10

También han participado en ferias empresariales junto a The Vegetarian
Butcher (de Unilever) y Garden Gourmet (de Nestlé).

¿Dónde quedó el antisistema?

6/10

El veganismo se está convirtiendo en una marca blanca de las grandes
corporaciones.

¿Y los activistas?

Son ahora sus embajadores de marketing.

7/10

Mientras tú pagas más por productos “éticos”, ellos firman acuerdos con
bancos, políticos y multinacionales.

¿Manipulación o casualidad?

8/10

No todo lo vegano es activismo.

En muchos casos es negocio con fachada moral, vendido como “conciencia
ecológica” mientras se embolsan millones.

9/10

¿Dónde están las críticas internas? ¿Quién fiscaliza a estas empresas?

Silencio.

Criticarlos desde dentro es ser “especista” o “traidor”.

10/10

El veganismo nunca fue un movimiento ético, es una industria con
intereses y padrinos.

Y si lo denuncias… te censuran.

Comparte si no quieres comerte el marketing con tofu.


“Ostroveganos”: el último truco de un movimiento que se desmorona

Durante años, el veganismo ha intentado construir una imagen de
superioridad moral: se presentan como los defensores incuestionables de la
ética, la salud y el planeta. Sus militantes no dudan en juzgar, condenar y
avergonzar a cualquiera que no comparta su estricta dieta. Pero mientras
imponen sus dogmas al mundo, algunos de sus referentes más influyentes han
comenzado a abrir puertas a excepciones muy convenientes. El caso más
reciente y absurdo: comer ostras siendo vegano.

¿Quién lo dice? Peter Singer. Sí, el padre de la ética animal.

Peter Singer, considerado el gurú moral del veganismo moderno, acaba de
abrir una rendija por donde muchos “veganos” llevaban años colándose en
secreto: los mariscos. Según Singer, como las ostras no tienen cerebro ni
sistema nervioso central desarrollado, no sufren. Por lo tanto, comer
ostras no sería contrario al veganismo ético. A este grupo ya se le conoce
con el insólito término de “ostroveganos”.

¿No es irónico? El mismo movimiento que condena a quien come miel o viste
lana ahora empieza a justificar la ingesta de animales vivos si creen que
no sufren. ¿Dónde quedó la ética inflexible que exigen a los demás?

Veganismo a medida: cuando la ética es negociable

Lo que este giro demuestra es algo que muchos sospechaban desde hace
tiempo: el veganismo no es tanto una ética como una ideología emocional,
llena de dogmas que se reinterpretan cuando conviene. Mientras tanto,
muchos veganos “de clóset” ya llevaban tiempo comiendo pescado, mariscos y
huevos a escondidas —algo que ahora algunos intentan legitimar con
eufemismos como “dieta plant-based flexible” o directamente con invenciones
como los “ostroveganos”.

La trampa es clara: si el animal no grita, no importa. Si no puedes
demostrar su sufrimiento, puedes comértelo. ¿En serio? ¿Y toda esa
narrativa de respeto absoluto a “los animales no humanos”? ¿No era la base
del veganismo el no usar animales? Pues parece que no tanto.

¿Y la coherencia, para cuándo?

Mientras los activistas insultan y acosan en redes a quienes comen jamón o
beben leche, el movimiento se divide internamente entre quienes quieren
seguir en su torre de cristal y quienes buscan una salida digna para no
seguir reprimiendo sus impulsos. La incoherencia no es una excepción en el
veganismo moderno: es su nueva norma.

Al final, no es más que otra manifestación de un movimiento que se está
desmoronando por sus propias contradicciones. Y lo peor: sin reconocerlas.
En vez de admitir errores, reinterpretan la realidad para mantenerse
siempre en el lado correcto, incluso si eso implica comerse una ostra viva
mientras sermonean al mundo sobre empatía y justicia.

Conclusión: menos moralina, más honestidad

El caso de los ostroveganos es una muestra más de que el veganismo, lejos
de ser una filosofía ética sólida, es un sistema inconsistente, plagado de
excepciones interesadas y de normas elásticas. En su afán por controlar el
comportamiento ajeno, sus líderes han terminado justificando exactamente
aquello que criticaban.

La próxima vez que un vegano te acuse de inmoral por comerte una
hamburguesa, pregúntale:

¿Con o sin ostras?


Por qué “Rompiendo la censura sobre el veganismo” es más necesario que nunca

El blog “Rompiendo la censura sobre el veganismo” ha generado polémica por
poner sobre la mesa las consecuencias ocultas de una ideología que se
presenta como moralmente incuestionable. A pesar de las críticas que ha
recibido —desde sectores veganos hasta defensores del pensamiento
políticamente correcto—, este blog cumple una función esencial: cuestionar
dogmas que hoy operan como verdades absolutas.

  1. ¿Generalizaciones o síntesis de patrones sociales?

Una de las críticas más comunes es que el blog “generaliza”. Muchas de las
afirmaciones se basan en patrones visibles en redes sociales, experiencias
personales documentadas y testimonios reales de ex-veganos, cuyo valor
cualitativo no puede despreciarse.

  1. Citas y nombres propios: mostrar el verdadero rostro del movimiento

Algunos acusan al blog de caer en el ad hominem por citar declaraciones
polémicas de figuras del veganismo. Pero en realidad, esto es transparencia
informativa. ¿No es legítimo exponer lo que líderes veganos como Peter
Singer o Melanie Joy piensan realmente, cuando su influencia moldea
políticas educativas, medios y ONGs?

El blog no necesita inventar nada: se limita a recoger las propias palabras
del movimiento y devolverlas a la luz pública. El problema no es citarlos,
sino que estas ideas radicales estén tan normalizadas que nadie se atreve a
señalarlas.

  1. ¿Sensacionalismo o urgencia?

Decir que el veganismo organizado opera como un “culto coercitivo” no es
exageración: muchos ex-miembros describen exactamente eso. Lavado de
cerebro, culpa moral, aislamiento social, control del discurso, y
consecuencias físicas tras abandonar el veganismo son elementos
documentados en múltiples foros y estudios cualitativos (ver: H Nutritional
Deterioration Among Young Vegans – A Phenomenological Analysis, 2021).

Cuando el periodismo independiente alerta sobre sectas o abusos
espirituales, no se lo acusa de “alarmismo”. ¿Por qué debería ser diferente
con el veganismo?

  1. La censura sí existe

Una crítica frecuente es que el blog “se contradice” al denunciar censura
mientras publica libremente. Esto ignora el contexto digital actual: los
algoritmos favorecen contenido pro-vegano y penalizan las críticas. Muchos
ex-veganos han sido suspendidos, silenciados o acosados en redes sociales
por relatar sus experiencias. El blog no se contradice: es una resistencia
minoritaria frente a un discurso dominante.

Este Blog ha sido dexindexado por motivo desconocido actualmente.

  1. La evidencia no siempre está en los papers

La ciencia también puede ser instrumentalizada. Lo que hace este blog es
poner en duda la hegemonía de ciertos estudios, especialmente aquellos
financiados por ONGs veganas, Los Adventistas del Séptimo Día o industrias
de ultraprocesados vegetales.

Además, la experiencia vivida y colectiva también es evidencia. Ignorarla
por no venir en formato de PDF con DOI es elitismo disfrazado de rigor.

  1. Revertir la polarización empieza con decir la verdad

El blog no busca odiar al vegano de a pie, el cual es una víctima. Su
crítica va contra el movimiento organizado, las empresas que se lucran con
ello y las estrategias ideológicas que están afectando a familias, niños y
sistemas de salud. El lenguaje fuerte es reflejo de la urgencia y de la
resistencia. Con los promotores del veganismo radical es imposible el debate.

Conclusión

“Rompiendo la censura sobre el veganismo” es un blog

que desvela la verdad en un clima donde disentir del discurso oficial puede
costarte una cuenta en redes, su existencia es valiente y
necesaria. Quienes lo critican deberían reflexionar si lo hacen porque
realmente hay «errores»… o porque les incomoda que alguien por fin diga lo
que muchos piensan y pocos se atreven a escribir.